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La displasia de cadera es una de las enfermedades ortopédicas más comunes y preocupantes en los perros. Se trata de una alteración en el desarrollo de la articulación de la cadera que provoca dolor, cojera y una disminución progresiva de la movilidad. Aunque se asocia sobre todo a razas grandes y gigantes, puede afectar a cualquier perro independientemente de su tamaño o edad. Entender qué es, cómo detectarla a tiempo y qué opciones de tratamiento existen es fundamental para mejorar la calidad de vida de nuestros compañeros peludos.

¿Qué es la displasia de cadera?

En un perro sano, la cabeza del fémur encaja de manera perfecta dentro de la cavidad de la pelvis (acetábulo), funcionando como una bisagra que permite un movimiento estable y sin fricción. En la displasia, esa congruencia se pierde: la cabeza femoral puede ser demasiado plana, no encajar correctamente o moverse con holgura dentro de la cavidad. Este desajuste genera inestabilidad articular y, con el tiempo, desgaste del cartílago, dolor crónico e incluso artrosis.

Factores de riesgo

La displasia de cadera no tiene una sola causa. Es el resultado de una combinación de factores genéticos, ambientales y de manejo. Entre los más importantes se encuentran:

Genética: es un problema hereditario, transmitido con facilidad. Razas como el Pastor Alemán, Labrador Retriever, Golden Retriever, Rottweiler, Mastín, San Bernardo o Bulldog son más propensas.

Crecimiento rápido: en cachorros de razas grandes, una alimentación demasiado calórica o rica en proteínas puede favorecer un desarrollo óseo anormal.

Ejercicio inadecuado: la sobrecarga de las articulaciones en edades tempranas, por ejemplo, con saltos excesivos o ejercicio intenso, aumenta el riesgo.

Sobrepeso: el exceso de peso es uno de los principales agravantes, ya que añade presión sobre unas caderas ya debilitadas.

Otros factores ambientales: suelos resbaladizos, falta de musculatura en la zona de la cadera o traumatismos durante el crecimiento pueden empeorar la situación.

Síntomas más comunes

Los signos clínicos de la displasia de cadera varían en intensidad y edad de aparición. Algunos perros muestran síntomas desde cachorros, mientras que en otros los problemas no aparecen hasta la edad adulta. Los más habituales son:

  • Dificultad para levantarse tras estar acostado.
  • Cojera intermitente o constante en las patas traseras.
  • Rigidez al caminar, correr o subir escaleras.
  • Movimientos extraños, como balancear la cadera al andar.
  • Dolor evidente al palpar la zona de la cadera.
  • Disminución de la actividad y rechazo al juego o al ejercicio.
  • Atrofia muscular en las extremidades posteriores en fases avanzadas.

En los cachorros puede observarse una especie de «andar de conejo», es decir, mover las patas traseras a la vez al correr. En adultos, la cojera y la rigidez suelen ser más evidentes tras periodos de inactividad.

Diagnóstico

El diagnóstico de displasia de cadera debe realizarlo un veterinario mediante exploración clínica y pruebas de imagen. Durante la consulta, se evalúa la movilidad articular, la presencia de dolor y la amplitud de movimiento.

Las radiografías son esenciales para confirmar el grado de displasia y valorar si existe artrosis. En algunos casos, pueden emplearse técnicas más avanzadas como la tomografía computarizada (TC) o la resonancia magnética (RMN), especialmente si se está considerando un tratamiento quirúrgico.

Existen protocolos radiográficos específicos que permiten clasificar la gravedad de la displasia, lo que facilita elegir el tratamiento más adecuado.

Opciones de tratamiento

No todos los perros con displasia de cadera requieren cirugía inmediata. El tratamiento dependerá de la edad, el grado de afectación y la calidad de vida del animal. Se distinguen dos enfoques principales: conservador y quirúrgico.

Tratamiento conservador

Indicado en casos leves o moderados, o cuando la cirugía no es posible por edad o condiciones de salud. Incluye:

  • Control de peso: mantener al perro en su peso ideal es fundamental para reducir la presión sobre las caderas.
  • Ejercicio moderado y regular: paseos controlados, natación o ejercicios de fisioterapia ayudan a mantener la movilidad sin sobrecargar las articulaciones.
  • Suplementos nutricionales: condroprotectores como la glucosamina, condroitina o el ácido hialurónico ayudan a proteger el cartílago.
  • Medicamentos antiinflamatorios y analgésicos: se utilizan para controlar el dolor y la inflamación en fases de crisis.
  • Fisioterapia y rehabilitación: técnicas como láser terapéutico, magnetoterapia, hidroterapia o masajes especializados mejoran la movilidad y reducen el dolor.

El tratamiento conservador no cura la displasia, pero puede mantener una buena calidad de vida durante años.

Tratamiento quirúrgico

En casos graves o cuando la calidad de vida se ve muy limitada, la cirugía puede ser la mejor opción. Existen varias técnicas:

  • Triple osteotomía pélvica (TPO): indicada en perros jóvenes, antes de que aparezca artrosis avanzada. Consiste en modificar la posición de la cavidad de la cadera para mejorar el encaje.
  • Ostectomía de la cabeza femoral (OCH): se retira la cabeza del fémur, eliminando el dolor. El cuerpo genera una falsa articulación de tejido fibroso que permite movilidad. Suele recomendarse en perros de tamaño pequeño o mediano.
  • Prótesis total de cadera: es la técnica más avanzada y efectiva, aunque también la más costosa. Sustituye la articulación dañada por una prótesis artificial que devuelve la movilidad casi completa.

La elección de la técnica depende de la edad, el tamaño del perro, el grado de artrosis y las posibilidades del tutor.

Pronóstico y calidad de vida

Con diagnóstico temprano y un manejo adecuado, muchos perros con displasia de cadera pueden llevar una vida activa y feliz. Incluso en casos avanzados, existen tratamientos que permiten controlar el dolor y mejorar la movilidad.

Es importante entender que la displasia no se “cura” de forma espontánea. Sin tratamiento, el problema tiende a empeorar con los años debido al desarrollo de artrosis.

El pronóstico mejora notablemente cuando el tutor se implica en el control del peso, la administración de suplementos y medicamentos, y el mantenimiento de rutinas de ejercicio adaptadas.

Prevención

Aunque no es posible evitar por completo la displasia, hay medidas que reducen su riesgo y gravedad:

  • Evitar el sobrepeso desde cachorro.
  • Ofrecer una dieta equilibrada adaptada a la etapa de crecimiento.
  • No forzar a cachorros de razas grandes con ejercicios bruscos o saltos.
  • Evitar suelos resbaladizos en casa para prevenir caídas.
  • Realizar revisiones veterinarias periódicas en razas predispuestas.

Convivir con un perro con displasia de cadera

Vivir con un perro diagnosticado con displasia implica adaptaciones en el día a día, pero no significa renunciar a una buena calidad de vida. Algunas recomendaciones útiles son:

  • Proporcionar camas ortopédicas y cómodas.
  • Usar rampas en lugar de escaleras para subir a sofás o coches.
  • Evitar suelos resbaladizos colocando alfombras.
  • Mantener paseos frecuentes pero cortos, sin forzar el ejercicio.
  • Ofrecer juguetes interactivos que estimulen la mente sin necesidad de grandes esfuerzos físicos.
  • Seguir siempre las pautas veterinarias y realizar controles periódicos.

Con estos cuidados, los perros con displasia pueden seguir disfrutando de paseos, juegos y una vida activa durante muchos años.

Conclusión

La displasia de cadera es una patología compleja que puede afectar seriamente a la calidad de vida de los perros, pero con un diagnóstico temprano y un manejo adecuado, es posible controlar sus efectos. La implicación del tutor, junto con la orientación veterinaria, marca la diferencia entre un animal limitado por el dolor y otro que disfruta de una vida plena.

En Clínica Veterinaria Bahía Zoo contamos con experiencia en el diagnóstico y tratamiento de la displasia de cadera. Si sospechas que tu perro presenta alguno de los síntomas mencionados o pertenece a una raza predispuesta, no dudes en consultarnos. Nuestro equipo puede ayudarte a establecer el mejor plan de manejo, ya sea conservador o quirúrgico.

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